Es creativo hasta cuando ronca. Jamás repite las melodías de esos conciertos de onomatopeyas, a veces, furias tormentosas de un trombón. El mismo ha investigado sobre el fenómeno y ha llegado a una conclusión: “Mis ronquidos son únicos, suenan como animales prehistóricos, bestias grandes apareándose en Puerto Madero. En vuelos largos, de España para acá, me he despertado rodeado de niños que presenciaban atónitos el espectáculo. Algunos lloraban”.
Es la mejor anécdota, que justo llega con el grabador de Viva apagado, de modo que si Hernán Casciari intenta desmentirnos, no tenemos pruebas, aunque sí el testimonio de su mujer, de sus amigos, de sus compañeros de campamento y de los ocasionales que han transitado por la experiencia emocional de escucharlo como un hombre gutural. Y sí, como el autor de Más respeto que soy tu madre se la pasa diciendo que no le gustan los reportajes, que siempre le hacen las mismas preguntas, que ta ta ta, Viva decidió mandarle un mail intimidatorio antes del encuentro en la avenida Corrientes, casi al pie del Obelisco: “Estamos investigando tus puntos débiles, tus amigos los están enumerando”. A los dos segundos llegó la respuesta, desopilante: “Iba a decir que no tengo puntos débiles. Pero, en realidad, lo que no tengo son amigos”. Leer nota
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