viernes, 13 de marzo de 2015
Los caminos de Joaquin Sabina
La importancia de Madrid en la biografía y la obra de Joaquín Sabina está muy clara. Tan clara, que ni siquiera hay que imaginársela: los años y la costumbre acabaron por convertir al trotamundos andaluz en madrileño adoptivo, hasta el punto de empujarle a cambiar la última estrofa de una de sus canciones más conocidas. Hablamos, por supuesto, de 'Pongamos que hablo de Madrid', un repaso no muy lisonjero a la vida en la capital (ginebra, psiquiatras, ambulancias, jeringuillas y ese mar lejano hasta lo inconcebible) que en su versión original concluía así: "Cuando la muerte venga a visitarme, / que me lleven al sur, donde nací. / Aquí no queda sitio para nadie, / pongamos que hablo de Madrid". Sin embargo, ya a mediados de los 80, Sabina abandonaba ese proyecto poético de regreso a su tierra (nunca mejor dicho) y modificaba los últimos versos, en una especie de abrazo a la ciudad "invivible pero insustituible" que le había acogido: "Cuando la muerte venga a visitarme, / no me despiertes, déjame dormir: / aquí he vivido, aquí quiero quedarme, / pongamos que hablo de Madrid". Nota aquí.
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