La oficina de Moris se parece a un bar. De hecho es un bar, aunque por la presencia diaria y continua del autor de El Oso haya mutado a un bizarro pero eficaz lugar de trabajo. Dos sillones de estilo separados por una pequeña mesa ratona, junto a la ventana de calle, intentan sin éxito parecer adustos, rodeados por un remolino de bollos de papel, recortes y requechos de goma de borrar desparramados por el piso.
“Moris dice si desea pasar a su oficina”. La invitación del encargado es difícil de rechazar. Sobre todo, cuando en lugar de un empresario vestido de Armani aparece esta leyenda del rock argentino, en shorts, camisa semi desabotonada y unas pulseras bastante hippies. Leer nota aqui
No hay comentarios:
Publicar un comentario