Josep Maria Bardagí me
llamó por la mañana: "germanet vine cap aquí" (hermanito ven
aquí). Vivíamos cerca, a cinco minutos en moto. Me abrió con el gorro tunecino
de "estar por casa". Acababa de recibir el último disco de Chico. Tenía los ojos enrojecidos. Estaba
escuchando Valsa
brasileira. Cuando llegó yo ya tenía los ojos como mi hermano. Las
imágenes clarísimas, de comprensión racional imposible, como el sueño más real
consiguiendo el sentimiento exacto, inexplicable, preciso, privado y universal
nacido de la humildad y la dignidad humana. Leer nota
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