jueves, 21 de enero de 2010

Las plantas también lloran

Dejé de comer cerdo hace ocho años, después de que a un científico se le ocurrió decir que el animal cuyos dientes son más parecidos a los nuestros es el cerdo. Incapaz de ahuyentar la imagen de un chanchito alegre dedicándome una sonrisa brillante como la de George Clooney, decidí que era mejor renunciar al jamón en Navidad. Un par de años después, renuncié a toda la carne de origen mamífero. Aún como pescado y aves. Mis decisiones dietéticas son arbitrarias e incoherentes, y cuando mis amigos me preguntan por qué puedo probar el pato pero no el cordero, no tengo respuesta. La elección de las comidas es por lo general así: difícil de articular pero sostenida con intransigencia. Y últimamente se debate acerca de la alimentación con especial vehemencia. Leer nota

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