Andrés Calamaro es torrencial. Y omnívoro. Su conocimiento, su interés, su extroversión, su actividad, su composición, su avidez, su intensidad. Intentar hacer una nota englobando su trayectoria, o al menos parte de ella -como era mi intención inicial- es materialmente imposible, porque cada cuestión, hecho, interrogante o referencia que se le plantea puede abrirse en múltiples direcciones y disparar una cantidad de anécdotas, historias o reflexiones. Desde su interés por la tauromaquia hasta la historia del blues, desde Oasis hasta Gardel, desde las guitarras vintage hasta el sampling, del songbook de Muddy Waters a lo último de Daft Punk y el Yeezus de Kanye West, la lente de Calamaro puede detenerse en cualquier lugar y avanzar con una teoría apoyada por la experiencia. O viceversa.
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