Te vi pasar con los ojos de lunes y el vestido blanco,
yo con mi cara de siempre te quise y las rodillas heridas.
Te seguí sin que te dieras cuenta,
por las avenidas sembradas de cristales,
sorteando la prisa de oficiales administrativos
que sueñan con playas sin sendero
y colegiales sin ganas de clase.
Te seguí un rato y te hiciste humo,
como una nana perdida en el primer enero,
pañuelo blanco en estación de tren,
barco de papel de la infancia.
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