domingo, 10 de enero de 2010

Jose Pablo Feinmann

Un gran triunfo de Bongo
Era una casa tapada por un médano. No del todo. Si el médano la hubiera cubierto por completo, no sería eso que dije: que era una casa tapada por un médano. Sería un médano. A lo sumo –dirían algunos conocedores– un médano con una casa adentro. Algo de lo que uno podría desconfiar. ¿Seguro que había una casa debajo de ese médano? ¿Nada menos que una casa, una entera casa? Pero no perdamos tiempo: el médano había trepado hasta el balcón del primer piso. Ahí se había detenido. Desde el balcón hasta el lugar en que el médano empezaba había una montaña de arena. De modo que se podía saltar desde el balcón, caer en la arena, rodar y rodar hasta detenerse en la planicie. Leer nota

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