Es lo de siempre. Está intacto. En lo personal, es la sexta visita a este país que, como hace 52 años, continúa siendo –hoy más que nunca, quizá– un enorme desafío emocional e intelectual.
Estuve aquí en los ’80, cuando la presencia de la URSS asentaba una perspectiva de estabilidad económica sin mayores sobresaltos. Estuve a comienzos de los ’90, ya con la implosión soviética como tremenda amenaza. Estuve a mediados de esa década, en la etapa más dramática y cuando medio mundo, en sentido convencional y literal, caracterizaba a la experiencia cubana como una muerta inminente. Estuve hace poco más de dos años, ya sin Fidel al mando cotidiano y con grandes interrogantes en torno de cuánto de capaz sería esta particularísima construcción socialista para recrear muchos de sus paradigmas. Y estoy ahora, tratando no más que de otear, oler, indagar e indagarnos, acerca de cuáles respuestas habrá al modo en que esas preguntas se amplificaron. Nota completa aquí.
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