En Medellín se encuentra la silla de barbero donde a Carlos Gardel le hicieron su último corte de pelo. Y también la llave de su casa, ésa que abría originalmente el portón sobre Jean Jaurés, en el Abasto, donde su madre se quedó esperándolo. Pero más allá de estos curiosos souvenirs , Gardel dejó en el ambiente de la ciudad el gusto arrebatado por sus canciones y, en extensión, por todo el lenguaje tanguero. Leer nota
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