En una galería del distrito de la carne (Meatpacking District) de Manhattan, en un equilibrio delicado, sobre superficies espejadas y temblando levemente cada vez que pasa un camión, se alinean los asesinos más grandes de la historia: viruela, influenza, VIH.
Todos están bellamente representados en vidrio soplado, con sus cápsides brillantes y espinosas envolviendo sus núcleos destructivos de ARN y ADN, que aparecen como puntos en espiral de vidrio lechoso. Son bellas granadas de mano, ilusión que se ve realzada por sus precarios soportes sobre un piso duro. Leer nota
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