Vestidos como cuatro obreros inmigrantes de principios del sigo pasado, los Jauría terminan su primer show en la Capital, y plantean, casi sin querer, una metáfora de lo que son: cuatro trabajadores del rock, que llegaron desde otros lugares para hacerse de abajo, y empezar de nuevo. Y aunque la tarea no parece ser fácil -la historia pesa, las comparaciones son inevitables- los músicos no lucen para nada preocupados. ¿Acaso debían renunciar a sus pasiones, a su deseo, al placer que conocieron? Cualquier psicoanalista diría que eso es imposible de lograr. Leer nota
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