“No me fui a comer ostras en París, me fui porque ya no tenía cómo pagar el teléfono ni la luz”, comienza Jorge Cumbo. Tal vez sea una causa contundente, pero no suficiente, para explicar por qué este eximio aerofonista argentino nacido en 1942 orientó su derrotero nómade hacia más allá del océano Atlántico. Podría pensarse también en una demanda estética que, dados los patrones culturales del momento, no encontraba su hueco en la escena mainstream de la música popular argentina.
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