Chico Buarque cuenta, en su casa de Ipanema, en Río de Janeiro, que cuando acabó su matrimonio de tres décadas pensaba que iba a casarse otra vez al dar la vuelta a la esquina. Adorado como era no le hubiese sido difícil, pero no lo hizo. Y ahora no se imagina conviviendo con alguien. “Si un día me fallan los amigos, el vino, o la novia… Perfecto, me quedo en casa. No tengo ningún problema con la soledad”. Leer nota completa
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