Dos de los creadores más irreverentes del panorama dan cuerda a sus entusiasmos, asombros y desafectos en todo lo que les sale al paso: cultura, educación o política. Una conversación cómplice entre risas, tabaco y libros. Difícil de repetir. Se tenían ganas. Nunca antes se habían sentado a hablar. Están al tanto el uno del otro, a lo lejos, desde los años 80, cuando aún eran potros de pantalón estrecho que estrenaban una forma rabiosa de caminar. Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) saltaba socavones de obús en las guerras y Joaquín Sabina (Úbeda, 1949) hacía unos solos primorosos de kazoo en sótanos oscuros y sin reputación. Uno emitía cada noche un parte dramático en el Telediario y el otro un inventario de risas y excesos en cualquier galpón. Resistieron intemperies. Traiciones. Desengaños. Hoy aguantan los jirones de la edad y mantienen la yugular llena de sangre. Leer completo aqui
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