“Quiero que mi voz suene como el Dalai Lama cantando desde la cumbre de una montaña”, le pidió John Lennon al ingeniero de sonido Geoff Emerick, antes de grabar el tema Tomorrow Never Knows, última canción del séptimo disco de los Beatles, Revolver, que cuando fue editado, el 5 de agosto de 1966, dio vuelta las reglas de la música popular.
Fue tal la complejidad experimental de aquel álbum en el estudio, que los cuatro de Liverpool, tres semanas después, darían su último concierto oficial sin tocar ningún tema del nuevo disco: ya no era posible reproducir en vivo el nuevo modelo sonoro que estaban lanzando a la historia, mientras preparaban el terreno para lo que venía: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Leer completo aqui
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