
Una vuelta más al sonido hip hop, un agujerito extra en su ajustado corset. María Rodríguez, La Mala, arrasando por segunda vez en Buenos Aires, muta sobre el escenario en cuerpo y música: de aquella jovencita rapera, en jeans y remera, que salpicaba letras asesinas (
Lujo Ibérico , 2000 y
Alevosía 2003) a esta mujer fatal, que personifica en su último disco a una
Dirty Bailarina (2010) fugada de su cajita musical. Si antes ametrallaba con palabras sobre pistas de hip hop y el apoyo de algún corista, ahora que coquetea en los contornos del jazz y hasta el house (se largó con
No pidas perdón ). Y se reformula en vivo, escoltada por un baterista y un instrumentista con laptop y guitarra electroacústica, acentuando ese sello aflamencado en su voz, que trae de Cádiz.
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