Buenosaireeee´, Floresta". Manu Chau repitió como un mantra, en las casi tres horas de show, al menos veinte veces el nombre del barrio porteño. Y como King Kong, cerca del final del recital, se golpeó el pecho con el micrófono y se sintió el conquistador de la noche. Parecía que se iba a quedar a vivir en Jonte y Chivilcoy: eran las doce y media de la noche, el show había comenzado a las diez menos cuarto y, como suele ocurrir en las ceremonias del cantautor, parecía no tener fin. Con el soporte de su banda Radio Bemba, el vasco-francés apareció en escena (camisa turquesa, pescadores ajustados con un cinto fucsia y una gorra de guerrillero zapatista) y desató los cuerpos de una masa que secó las boleterías: en el campo sólo quedaron desnudos unos cuerpos y los arcos de fútbol. Leer nota
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