A pocas cuadras de Costanera Sur y a contramano de la idea dominante de estar a tono con los tiempos que corren, el peso de la historia ocupó por algo más de dos horas el escenario de calle Bouchard. Como aquellas viejas noches del Luna, cuando la técnica no hacía milagros y el galpón de los deportes se resistía a ser domado, Yes ofreció un show de clásicos para honrar la etapa dorada del rock progresivo y celebrar la contundencia de una obra que viaja más allá de las categorías que impone el paso del tiempo. El público, en su mayoría, viejos militantes del detalle: tipos criados en las armonías perdurables, los viajes cósmicos y la psicodelia entendida como esa nave que te trasporta quién sabe adónde. También muchos sub-20 acompañando a sus padres y ubicando los tantos con remeras de Dream Theater.
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