Cuando escucha la primera pregunta, Zygmunt Bauman se endereza levemente sobre el estampado floral de su butaca. Luego arquea sus cejas, con pelos largos como meñiques. Y, tras una interminable calada a su pipa, masculla una respuesta: «Por favor, come un poco... Necesito tiempo para pensar».
El sociólogo señala el bufé que ha preparado en la mesita de su salón: fresas con nata, bizcocho casero, frutos secos y zumo de pera. No es el único detalle inusual: frente a tantos intelectuales de renombre, Bauman renuncia al piloto automático en las entrevistas. A cambio, lo que llega a continuación de su pausa no es una simple respuesta, sino un discurso de más de 15 minutos repleto de meandros argumentales y citas rebuscadas, más parecido a una de sus lecciones en la Universidad de Leeds que a un simple encuentro con un periodista extranjero. Leer completo aqui
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