Referente indiscutible de las posibilidades expresivas del folclore, Atahualpa Yupanqui apagaba hace hoy 25 años su vida, aunque su legado, todavía sigue siendo un faro para las posteriores generaciones, como una personalidad artística única e inobjetable.
Nacido el 31 de enero de 1908 en un paraje del partido bonaerense de Pergamino, la música de Don Ata abrazó, sin embargo, acentos regionales que desbordaron a la zona pampeana.
Con la guitarra sin adornos y la poesía en un estado de salvaje belleza, Yupanqui retrató profundamente su hábitat en unas 1.200 composiciones y media docena de libros donde aborda la insignificancia del hombre ante el vasto mundo, ante el paso del tiempo, ante la acechanza de la soledad.
En la amplia producción artística del creador se cuentan zambas, canciones, milongas, chacareras, vidalas y estilos que constituyen una sólida columna vertebral para cualquier antología del arte criollo.
Su nombre real fue Héctor Roberto Chavero Haram, pero desde la infancia se bautizó como Atahualpa en referencia al cacique inca; el apellido Yupanqui se incorporó luego y su sonoridad remite, en quechua, al que viene de tierras lejanas para decir algo. Leer completo aqui
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