“Yo de niño soñaba, y entonces mis héroes eran Jacques Brel, Georges Brassen, Edith Piaf… y esos cantaban aquí, en el Olimpo”.
Es una tarde casi otoñal y por las amplias aceras del Boulevard des Capucines desfilan elegantes bombines negros, radiantes. A simple vista podría parecer una nueva tendencia de una de las capitales mundiales de la moda, pero no: es París dándole la bienvenida a Joaquín Sabina. Ha venido a cumplir un sueño, y desde primera hora de la mañana empieza a tejerse su nombre con las inmensas luces de neón que visten la fachada del Olympia. Como promesa, el cartel de entradas agotadas colgado en la taquilla.
El aforo completo y las intensas medidas de seguridad ya típicas de la capital hacen que la cola para entrar al teatro se alargue varias manzanas. Las conversaciones de espera son un alegre crisol de acentos. Al entrar siguen los abrazos y las risas, que tardan en llegar al patio de butacas. Sus asientos de terciopelo rojo no son los mas confortables del mundo, pero la noche promete y eso es lo que importa. Es el Olympia. Y será Joaquín Sabina. Leer completo aqui
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