Rick Wakeman aparece en el hall del hotel céntrico donde se hospeda, pero ni señales de su fastuosa capa de espejos. Sus capas, una marca registrada de sus largos años como tecladista de Yes, son tan famosas que hace unos años The Fleshtones, una banda garaje de New York, le dedicó una canción titulada Rick Wakeman’s Cape.
De cualquier manera, es imposible confundirlo con el cantante de Mala Fama, por poner un ejemplo. Rick sonríe desde sus dos metros de altura, con esa mirada de niño inglés que acaba de hacer una travesura, y ataviado con un holgado traje azul y tenis blancas propone: “Aún no es la hora pero, ¿querés que empecemos a charlar?”. Está contento, y tiene ganas de hablar. Leer completo aqui
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