El fenómeno del éxtasis genera lucidez plena. Casi la totalidad de los asistentes al Auditorio Telmex entraron en plenitud máxima ante la presencia de uno de los músicos argentinos de culto más legendarios de los tiempos modernos. Contrario a su anterior visita en octubre del año pasado, Andrés Calamaro optó en esta ocasión por matizar su espectáculo sonoro en lugar de arremeter con furia desequilibrado en guitarras como un salmón nadando a contracorriente. Hasta se dio el lujo (o placer) de tocar las claves y el pandero, aparte de mantener un diálogo mínimo con los asistentes. Leer nota
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