Era un tipo cabeza dura, tano a más no poder, corajudo y genial. Pocos dibujantes como él. Sus tapas –cada una de ellas– eran obras de arte, obras maestras. Sólo las de Nine lo igualaban. Exquisitos los dos, detallistas, indagadores de la belleza sin límites. Lo comparaban con Ianiro. Era una buena comparación, pero Andrés iba más lejos que el de Rico Tipo. Andrés tenía un trazo veloz y elegante. Encontraba de una cara exactamente eso en que su esencia residía. Por eso si el Tano dibujaba a alguien nadie se equivocaba: era el tipo que el Tano había querido dibujar, embellecido (a veces inmerecidamente) por la genialidad de su caricaturista.Leer nota
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