Diego Ramón Jiménez Salazar, El Cigala, es un hombre capaz de revolear el teléfono –literalmente– por causa de una pregunta que no le gusta. Su opinión sobre Alejandro Sanz y el llamado “flamenco pop”, por caso. Otro día puede extenderse en una charla telefónica deshaciéndose en gentilezas, provocando una entrevista de lo más amena –la otra había quedado trunca en forma abrupta, como imaginará el lector–. Es un gitano calentón, como se le dice en medio de lo ameno de la charla, un calificativo cuyo significado no entiende del todo, pero comparte una vez que se le explica. El Cigala parece cumplir con todo el estereotipo del gitano, desde los anillos de oro cargándole los dedos hasta ese modo “apasionado” de encarar la vida. Leer nota
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