lunes, 29 de junio de 2009

Libreta brava


Por Juan Sasturain
Ayer a las tres de la tarde metí la mano en el cajón de la mesita de luz y saqué –del sobre que lo protege– mi documento de identidad. Es la Libreta de Enrolamiento que me dieron a los dieciocho años, en 1963. Me la afanaron al poco tiempo pero igual, en el duplicado, tengo apenas algo más de veinte, pelo negro prolijo y bigotes. Cuarenta años después –“ya no soy más / aquel muchacho oscuro”– nada queda en común con el de la foto sino el nombre y apellido, la huella digital que supongo –San Vucetich me proteja– me sigue siendo fiel. Del resto, ni hablar. Y sin embargo, no cambiaría mi baqueteada Libreta marroncita y maltratada por un DNI verde y flamante. Prefiero bancarme cada tanto la cargada, la mirada socarrona o el chiste fácil, a abandonarla por un modelo nuevo. Leer nota

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