Firme candidato al Nobel, el mejor novelista de los Estados Unidos le cuenta a la escritora Matilde Sánchez por qué se mete con la identidad, el judaísmo y el sexo. Y, modestia parte, hace un elogio de su propia nariz. El hombre saludado como el más grande novelista vivo de los Estados Unidos, para quien el crítico Harold Bloom reclama el Premio Nobel con airada impaciencia, el único, junto a Saul Bellow y Eudora Welty, cuya obra se publica en vida en la American Library, es alto, delgado, tiene unas piernas de caminador compulsivo y se desplaza por su piso descalzo con inmaculadas medias de toalla. Vive y escribe en una zona rural de Connecticut pero ahora está en su piso de la 79, en el West side de Manhattan, para acompañar a su hermano enfermo. Por fin se sienta y se dispone a conversar. Leer nota
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