sábado, 10 de abril de 2010
Metáforas del movimiento: el futurismo un siglo después
Hubo un tiempo, entre los años veinte y cuarenta del siglo veinte, en el que el término "futurista" tenía en estas latitudes resonancias un tanto esotéricas. Puede vérselo incluso en publicaciones como el legendario diario Crítica. Cualquier muestra que saliera del canon realista era "futurista". Podía ser de Del Prete, de Xul Solar o del moderado post-cubismo que llegaba en las mochilas de las primeras vanguardias argentinas, retornando de París o Berlín. En una urbe envuelta por el arrollador progreso de la época, aunque –paradójicamente– renuente o distante a lo nuevo, el término remitía a su propia literalidad: algo por venir en un tiempo futuro y perturbador. Sin embargo, nada más alejado de la matriz del futurismo, que en su exaltación de la velocidad, el movimiento, la máquina, el automóvil, creía que ahí anidaba el presente de una nueva era dominada por el vértigo, que el arte debía celebrar. Leer nota
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