Almorzar en Don Bosco, frente a la estación de trenes, mirando cómo los del lugar juegan a las cartas. Siesta en Dos Bosco, lejos, cerca también, de Buenos Aires. Hay expectativa, y remite a un comentario anterior al viaje
hasta Griselda Gambaro: “verás zapallos alrededor de la pileta del parque”, advirtió alguien. Y sí, allí estaban en efecto los zapallos bien plantados, esperando la irrupción decisiva, final, de una primavera indecisa.
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