Aute en estado puro. Como cantante, como compositor, como letrista, como poeta... como personaje único y, ¡ay!, me temo que irrepetible. Para él, gran aficionado a los toros, fue una Puerta Grande más, una virtual salida a hombros de sus enfervorizados catecúmenos en la plaza más difícil pero a la vez más entregada y compulsiva cuando se le ofrece, como en la lidia, la lírica, la épica y, como en la mítica canción con la que concluyó los bises de su recital: 'La belleza". Leer nota
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