Luis Salinas toca casi dos horas y no habla. Apenas canta dos canciones (una suya, otra no) y lo demás es una mezcla de inspiración, virtuosismo y generosidad instrumental. Los músicos (Javier Lozano, Martín Ibarburu y Christian Gálvez) “son” junto a él. Incluso Juan, su hijo de 11 años, juega para el equipo. “Ser objetivo con el hijo de uno es muy difícil... Sólo digo que tenerlo acá es un acto de amor”, soltará, consumado el recital, sobre el pequeño percusionista en ciernes.
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