Erguida en lo mas alto del campanario la pequeña cigüeña de hermoso cuello blanco aguarda impaciente la llegada de su madre. Imponente el nido en el vértice del torreón, contempla la cría desde su atalaya el mundo del común de los mortales. Ahí abajo, la flotante letanía del párroco saliendo de la iglesia, el notario y la alcaldesa camino del cafetín, la indubitable altanería de la estanquera, el breve y discontinuo caminar del panadero. Cejijunto, casi al trote, a grito seco y limpio saluda a destajo Sandalio "el cabrero" raudo hacia "la Caixa". Mohamed evoca su Targuist de la infancia recelando poco antes del mediodía a la sombra del sauce, sentado sobre la piedra enorme de granito. Leer nota
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