Su música es, para muchos, el testimonio de una época. Seguramente lo es también para casi todos los que el viernes pasado llenaron el Luna Park para presenciar lo que se anunció como “la despedida definitiva de Buenos Aires” de Los Olimareños. Son los que fueron a buscar canciones afectuosamente hechas de pasado, cargadas de mandatos de tiempos que hoy se miran como venturosos, aquellos días en los que se podían cantar consignas, simplemente porque significaban algo. Canciones cargadas, también, de juventud. Sería difícil acercarse a la música de Los Olimareños, a 20 años de su última separación, y a más de 45 de su formación, sin esa carga emotiva. Leer nota
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