Las 19.10 del miércoles llegó al Teatro de la Ribera, en la Boca, Joaquín Salvador Lavado, mitológicamente conocido como Quino. Se bajó de un taxi Peugeot 504 (ubicación de copiloto), y puso en el suelo su pierna derecha, la buena, y luego su pierna izquierda, la enferma. A Quino inmediatamente lo recibió un grupo de periodistas y un flash en la cara. Quino posó como un dibujo de Quino y luego se puso a caminar con toda lentitud. El grupo de periodistas había recibido la instrucción expresa de no hablarle al dibujante en su trayecto al escenario. “¡Quino!”, gritó un reportero-fan, ajeno a la normativa, y quien enseguida le tocó un omóplato a la eminencia. Fue reducido por dos encargadas de prensa del teatro. Tan sólo una persona le pudo hablar a Quino en esos momentos. Leer nota
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