Una energía diferente de la que impulsa al león y a la gacela de documental, hacen que el humano opine calmada o compulsivamente –sin siquiera manifestar el mínimo intento de evitar esa conducta–, sobre todo lo que lee o lo que ha sido escrito. Por esta razón, hay quien asigna el fervor o desprecio por un escritor a distintas causas: la conjunción de la primavera con un mísero velador, la imagen de una escritora en contienda con una pata de pollo, o los ecos de una aburrida musiquilla.
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