John Malkovich está hablando en un tono tan bajo y lánguido que parece deliberadamente dirigido a hacer agudizar el oído. Para un actor que ha usado su voz para conseguir un notable efecto amenazador, ahora se vuelve más liviana y cadenciosa cuanto más la ejercita. “Mire –enuncia suavemente, sentándose contra el respaldo de su silla, como una serpiente desenroscada lista para atacar–, yo no necesito gustar.”
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