Cerca del mediodía, la voz de una mujer en la línea H ya anticipaba el clima de rabia de mujer que se abriría paso otra vez para sorpresa del orden establecido. La voz correspondía a la conductora de un convoy del subte H que avanzaba hacia Jujuy. Después de anunciar la siguiente estación, la voz de la mujer advirtió: “Cuide sus pertenencias, pero también cuide a las mujeres, que no son sus pertenecias. Ni una menos, vivas nos queremos”.
A las cinco de la tarde, lejos de la línea H, pero muy encima del reclamo, en la Diagonal Norte, a la altura del cruce con Sarmiento, ya había sido tomada por el luto. Pantalones, faldas, camperas, sacos, mucho paraguas, el color negro vestido en mujeres sueltas, en mujeres en racimos, solas, acompañadas, con sus parejas cualquiera fuese su género, con padres, hermanos, amigos, hijos, vaya uno a saber, mujeres encolumnadas o de participación espontánea, sueltas como se empieza a decir para dar nombre a la inmensa participación de mujeres impulsadas por sentirse en si mismas. Llegar desde Diagonal hacia el Obelisco, a esa hora, ya daba impresión y cerraba la garganta. Esta, quizás sea una crónica de eso, de la emoción anudada como testimonio de una impresionante convocatoria lograda por las mujeres. Nota aquí.
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