Hay un chiste de humor negro en el que se sostiene que el mejor y tradicional remedio para los hombres que querían zafar de la sífilis –válido después, también, para el moderno sida– era el nitrato: “Nitrato de ponerla”, decía más precisamente el sujeto en riesgo. Y ésa era tónica de la propagando –por decirlo livianamente– preventiva, de aquellos tiempos de la equívoca Belle Epoque. Hay afiches que subrayan ese aspecto, alimentando el miedo al contagio a través de la imagen de ominosas prostitutas con guadaña al hombro. Leer crónica
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