Entran, juntas, al bar arrollándolo todo.
Y en su risa la vida sabe a trago y a viento.
Hermosas como imagen de película antigua,
dejan entre las mesas un olor a perfume
y el deseo se mueve entre sus piernas de agua.
Intuyen que esta noche van a ser las princesas
de un cuento que no tiene ni dragones ni magos,
pero ellas quieren ser las Ginebras soñadas
que aman a sir Lancelot y al que buscan en vano
en las calles de asfalto, entre el ruido y el humo.
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