Cuarenta años pasaron. Para el promedio de los chicos que hoy asisten a festivales aptos para todo público, hablar de Woodstock es casi como mirar una película de Olmedo y Porcel: quizá se le pueda encontrar alguna gracia, pero no hay ninguna clase de lazo afectivo, de código compartido, de saludable costumbre. Y si a alguno le asalta un súbito interés en esos rockeros de museo, siempre está la posibilidad wiki, la edición del mítico documental en dvd o la reciente reedición en CD (ampliada a cuatro discos) con el material sonoro que sustentó la leyenda. Porque Woodstock tiene mucho de mítico, aunque haya sucedido y se acumulen las pruebas. Leer nota
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