Era razonable que luego de la caída del Muro de Berlín todo Occidente exclamara: “Hemos tomado la Bastilla”. A su vez, no hay nada más conveniente para un movimiento victorioso que congelar la historia en el momento de esa victoria. “Todo está resuelto. No hay más nada que esperar. Lo que ocurra de aquí en más ocurrirá sin alterar el sistema que hemos impuesto.” Esta fue la ideología del neoliberalismo a partir del fin de la Guerra Fría. Dijeron: se terminaron los dos bloques, sólo quedó uno, nosotros. También era coherente que una historia que se acaba eliminara las hipótesis de conflicto. Exultante, Occidente proclama su triunfo y su unicidad. A esa unicidad empieza a darle el nombre de globalización. Leer nota
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