Esa Teresa Parodi encaramada sobre la guitarra, intérprete expansiva a bordo de verdades dichas por chamamé o rasguido doble, está en suspenso. No es que haya desaparecido, ni mucho menos: al fin y al cabo, su arte habita en la preferencia del público. Sólo que desde la salida de Corazón de pájaro, su último y excelente trabajo discográfico, el entusiasmo perdió con la mesura. El álbum –donde interpreta canciones de otros, además de algunas de su autoría– es un recorrido por el gusto personal de la correntina, y también el lugar donde se prueba un traje que le calza al dedillo, el de la cantante llena de matices. Leer nota
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