Algunas razones tenía Carlos Núñez, el flautista universal, “el Hendrix de la gaita”, para dedicarle un disco al Brasil. Por un lado, su bisabuelo, un tal José María Núñez que tocaba el bombardino y dirigía la banda de música de A Mezquita, su pueblo natal. Y que, en 1904, a los 30 años, se disparó hacia los misterios del Amazonas. “Siempre nos dijeron que lo habían matado por celos profesionales”, dice el bisnieto. Pero no, José María no había desaparecido. Había borrado sus pasos para transformarse en un carioca más. Abrasileñó su nombre –José Nunes–, cofundó junto a Chiquiña Gonzaga la Sociedad de Autores Brasileños y se convirtió en un faro de los carnavales de Río de Janeiro, durante los albores del siglo pasado. Leer nota
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