No será la única cortesía, la destreza para sincronizar el abotonado del saco mientras se levanta del asiento y estrecha la mano. La diplomacia de ese caballero, ¿impone a la tarde la perfección de su letanía o acaso acomoda al rango de su huésped el ritmo en que debe encuadrar su sombra, escurrir la luz del sol y desprender las hojas de los tilos? "Los novelistas estamos aquí para no dejar vivir tranquilos", lanza, al explicar el móvil de la novela que lo trajo a Buenos Aires, Adán en Edén (Alfaguara), donde un hombre de empresa poderoso observa cómo está siendo minado el país por los narcotraficantes, en complicidad con la corrupción del poder, y decide ganarles a los criminales en su propio juego: "Siendo más criminal que ellos". Leer nota
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