Hubo un lugar y un espacio en el tiempo, en el que una hermosa caracola a la deriva, quedó preñada por un océano de dudas profundo e ingobernable y concibió en el fondo espiral e infinito de su ser; todo el universo conocido. Aquel océano, por las dudas se evaporó lentamente, dejando tras de si un frágil mar de incertidumbre. La caracola, exhausta tras el parto, quedó varada sobre la fina arena de una playa de ensueño y allí en la orilla, abandonada a su suerte; entregó un último aliento en forma de suspiro. Será por esto que las caracolas custodian en su interior un antiguo rumor de olas. Visita el blog de Javier
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