Da vueltas, se rasca la cabeza con fuerza y abre la boca como un hipopótamo al bostezar. Quiere huir y no sabe cómo. Usa el lenguaje corporal como último recurso. Resignado, decide arrinconarse en un sillón negro de un hotel boutique de Palermo. Hasta que se anima y dice: “Creo que no tengo nada que contar, lo mejor está en mis canciones”. Se refiere a su último trabajo “Dicho y hecho”, un recorrido por sus tres discos solistas, un par de escalas en el pasado y tres muestras de lo que vendrá. Retirado de la impostura rockera, el hombre que hace rato se despegó de sus tiempos de caballero de la quema, confiesa que en realidad la falta de sueño es porque su hijo, Benito de 4 años, lo despertó a las ocho de la mañana. Leer nota
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