Es lo que al parecer escucharon los miembros del jurado de Texas que en 1999 condenó a la pena capital a Khristian Oliver, de 22 años entonces, por asesinar a un anciano para robarle. Según el testimonio de un cómplice, Oliver mató a la víctima a balazos antes de golpearle la cabeza con la culata de su rifle. No está en cuestión la gravedad del delito que, desde luego, merece castigo. Lo notable es que los miembros del jurado se apoyaron en la lectura del Antiguo Testamento para acordar el tipo de penalidad –muerte, en vez de prisión perpetua, por ejemplo–, según reconocieron varios de ellos. No deja de ser algo novedoso. Y violatorio de la Constitución de EE.UU., que invalida los juicios en los que, más allá de las pruebas, se detecta alguna “influencia externa”. Leer nota
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